«La extraordinaria forma de mirar a otro lado y creer que no pasa nada»
Sería por el año 2000.
Trabajaba en el Pº de la Reina Cristina.
Aún no me había emancipado del todo. Estaba cerca.
Mi madre, ya bien jubilada, después de años entre costuras y pasteles -en ambas con profesionalidad definida, desde los 13 años hasta los más de 65-.
Me decía: «Hijo, ven a comer a casa». Y yo iba tan feliz como agradecido, recorriendo nuestro Madrid, de Sur a Norte. Y haciendo el camino de retorno. Desde Atocha a Pitis para llegar al barrio del Pilar, y su viceversa.
Quizá ya el nombre lo daba: ‘Pitis’. Suena mal. Aquello era un suburbio norteño donde se vendía droga, en grandes cantidades. Cogía el tren de cercanías y allá íbamos gente dispar. Los más, trabajadores, pero también los y las (obligado decir ahora el conjunto del género) drogratas.
Día sí, día también, pasaba por allí el revisor. El que te pedía el billete, sin el que no podías viajar. De no tenerlo: multa.
Y nos lo pedía a todos, menos a esos seres -infraseres-, que iban a por la droga.
Un día estuve a punto de plantarme. Y decirle al revisor: «Cuando se lo pidas a ese, te lo enseño». Y ese era un/a drogata que ya representaba la anticipada AGENDA 2030. No tendrás nada y serás feliz. Él/Ella o ELLE, no tenía nada más que un MONO DE CABALLO que ni te cuento. Una vida de mierda que pagábamos todos, al menos en ese trayecto.
El revisor: ¿Era un cobarde? Pues claro.
Y, yo, otro.
Y lo seguiré siendo, salvo por estas palabras y reflexiones.
Me queda la pena de NO haberme rebelado. Y ese es el problema.
Piénsalo.
Mejor hacemos como el revisor, o como yo: miramos a un lado
sin ver las sombras que nos llevan.
Al cabo, es solo un ejemplo clarificador.
Al cabo, ya sabes, no tendrás nada y comerás grillos.
Continuará…