Ayer escuchaba a una vecina, en una conversación telefónica (hablaba bastante alto 😊) decir a su interlocutor/a: ‘Es que me entra la ansiedad’. Entendí perfectamente esas palabras pues en estos largos días de confinamiento yo también siento esa desazón que no se apaga fácilmente. Va y viene como un tren puntual al que no esperas, al que no te quieres subir.
Si bien, no por un pesimismo antropológico si no por un realismo socrático (el descubrimiento de la “verdad” por medio de las disensiones), es posible que la salida escalonada y la vuelta a la ‘normalidad’ que se está proyectando en todo el mundo pueda tener un freno. En fin, esperemos que no, pero ¿quién sabe qué sucederá en las próximas semanas, en los próximos meses? Como decía uno de los personajes de ‘A quién amar’: «el futuro no es inamovible por su propio concepto: nadie sabe si el porvenir se puede cambiar porque que se sepa y a nuestros efectos el porvenir solo sucede una vez«. Y esta vez, como siempre, está por llegar.
La explicación en el Arte al confinamiento
En el (discreto) canal de YouTube de Actually Notes Magazine (al cierre de este artículo tiene 3223 seguidores) publiqué dos artículos con sus sendos vídeos explicativos a los que puse voz y letra. En estos momentos de incertidumbre he reparado en la similitud de ambas obras magistrales de la Historia de Arte con ese sentimiento que arrastramos los urbanitas, los hombres y mujeres de este siglo XXI: El grito de Munch y Noctámbulos, de Edward Hopper. Dos cuadros que intentaron, e intentan explicar, la sensación de ahogo y ansiedad desde dos perspectivas distintas, pero que nos hacen entender quiénes somos, víctimas de qué y un buen montón de razones.
Me gustaría contemplar cómo esos dos magistrales artistas explicarían sobre sus lienzos lo que nos está ocurriendo en la actualidad, cómo pintarían esta pandemia, qué colores y qué formas tendrían primero en su imaginación para luego plasmar para nuestro deleite y entendimiento.
El Grito de Munch, «Solo un loco pudo haberlo pintado».
Así lo escribió el propio Edward Munch en el reverso de su lienzo. En este caso, el pintor noruego nos traslada la sensación de soledad y angustia que vive ese personaje (se dice que se trata de él mismo).
Desde la mitad del siglo XIX, cuando las grandes ciudades no paran de crecer, surge la idea de la urbe como “devoradora de almas”, lugares que, al contrario de lo que pueden parecer comienzan a albergar multitudes de almas solitarias. Ahora, además de eso, nos encontramos ante la soledad acompañada de la distancia de seguridad. No vaya a ser que nos contagiemos. Y es así que ninguno queremos pasar por el trance de la enfermedad, el dolor y la muerte. ¿Qué pintaría Munch hoy? ¿Ese mismo rostro con una mascarilla, con las manos abrazadas a la cara con guantes de latex?
Noctámbulos, de Edward Hopper, «la profunda sensación de alienación de los urbanitas».
El sociólogo Richard Sennet enunciaba como “la paradoja del aislamiento en medio de la visibilidad“, lo que
Edward Hopper recrea en sus ‘Noctámbulos’. El cuadro nos muestra una acción, en una cafetería donde no es visible la puerta de entrada al local. Y, he ahí, una de las claves de la pintura y la expresión de ahogo y la sensación de aislamiento por la que transitan los personajes, como si de algún modo cierto, estuvieran encerrados. El hombre y la mujer modernos están acompañados, pero se sienten solos en la gran ciudad. Toda una paradoja. Ahora, seguimos igual, pero con mascarillas higiénicas, obligados a evitar el contacto con los demás: no nos abracemos, no nos besemos. Todo un castigo, por si fuera poco ese «aislamiento en medio de la visibilidad».
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